Ayer se presentó en Convoi, el primer libro de poesía de Daniela Sabanes.
Escribí y leí este texto, en un micrófono lleno de lucecitas de Navidad blancas (uno de mis sueños que, una vez más, me lo cumplió la poesía, oh...):
1.
Conocí a Daniela Sabanes allá por 2008. Fue en un ciclo de música
y poesía que llevaba por nombre Ah Um dijo un sapito,
organizado por el querido poeta Rodolfo Edwards, en un bar -creo que
se llamaba Libario- que quedaba en el límite entre Villa Crespo y
Palermo. Era de noche.
Recuerdo también que era el límite
entre el fin del invierno y la llegada de la primavera, y que
transitábamos la época de la explosión de los blogs, un fenómeno
inmediatamente posterior a la intimidad que proponía fotolog. Era
entonces la prehistoria de las redes sociales.
El blog de Dani se
llamaba Descarrilar, y la verdad es que yo lo espiaba siempre.
A veces nos dejábamos comentarios tímidos o encriptados. Me
gustaban sus poemas, atípicos, raros, su voz de chica-no-me-importa.
Esa noche íbamos a compartir por primera vez una lectura de poesía.
Dani leyó unos poemas breves, con voz suave y tímida, y uno extenso
y poderoso sobre un boy scout, que hasta el día de hoy puedo recitar
de memoria.
Desde aquella vez me ocurre con la poesía de
Daniela Sabanes lo que mi amigo, y también admirado escritor, Diego
Meret llama “plagio del mirar”. Que sería algo así como: cómo
me gustaría ver el mundo con los ojos de Dani. Porque considero
que la poesía, antes que palabras, es una forma de mirada, una
sensibilidad que se posa, sutil y con intención, sobre situaciones
pequeñas, cotidianas, con la generosidad de una semilla, la crecida
del río una tarde de verano, la música de una iglesia metodista
donde un abuelo era pastor, el gusto a cereza en los labios de una
chica, las fórmulas químicas veladas que conforman las plantas.
2.
Durante todos
estos años, establecí con Dani una suerte de, diría yo, amistad
epistolar. Por mail, muy cada tanto, una consulta sobre una planta,
acerca de en qué andaba, sobre algún libro o librería o cómo se
hace un pan. Lo cierto es que mis mails siempre terminaban con las
mismas preguntas: “¿Seguís escribiendo poesía? ¿Cuándo vas a
publicar?”.
Pero Dani estaba en otras cosas: con sus plantas,
enamorándose, trabajando, estudiando, viajando, mudándose,
pensando, sacando fotos, cocinando. Viviendo, que es lo que todo
poeta de la experiencia requiere como materia prima para luego
trabajar en palabras.
En Océano,
de Daniela Sabanes, su esperado primer libro de poemas, hay una voz
propia y única, alejadísima de las modas, tan ajena que parece
desconocerlas. Hay una voz que crea un micromundo, o mejor, un
ecosistema, el suyo, que transcurre debajo del agua, donde hay
plantas muy especiales y animales de colores y arrecifes de coral y
amores y familia y dudas. Y aquí entonces otra característica de su
poesía: para acceder a ella, es necesario sumergirse, y estar
dispuesto a lo que eso implica, en un mar de novedades. Pero no sólo
desde la mirada, sino también desde la temática. Daniela Sabanes
escribe sobre los temas que le interesan, y no le pide permiso a
nadie, ni le interesa “formar parte de”, ni pertenecer. Su voz es
tan auténtica que por momentos se parece a esa primera Juana Molina
que no entendíamos mucho, pero que nos gustaba tanto, que nos
encantaba, que nos hipnotizaba con su música experimental.
3.
Ahora estoy leyendo un libro de botánica, un tema que me acerca
mucho a Dani: eso también lo quiero mencionar: me siento muy cerca
de ella en las lecturas y en la escritura, muy hermanada. Este libro
de botánica es un libro de enseñanza para chicos y se trata de la
botánica desde una perspectiva antroposófica. En una parte dice
algo muy obvio, pero que yo nunca me había detenido a pensar, acerca
del sol y de las estrellas y de cómo estos astros inciden en el
proceso de crecimiento y desarrollo de las plantas. Dice algo así:
que las plantas necesitan del sol para hacer la fotosíntesis, pero
que también las estrellas trabajan sobre ellas y no sólo de noche,
sólo que de día no las vemos, por la potencia de la luz del sol.
Extrapolando esta imagen, creo que, en el universo de la poesía
argentina, que es una construcción colectiva, pasaba algo parecido
con la poesía de Dani: estaba ahí, trabajando sobre nosotros, sólo
teníamos que esperar que bajara un poco la luz del sol y se
encendieran las estrellas.
Buenos Aires, 9 de junio de 2017