lunes, 16 de mayo de 2016

En Encenderé un fuego, se percibe el movimiento sutil y preciso de alguien que se encamina para llegar a alguna parte. Dar con un paisaje. Con la puerta de una casa. Puede ser una excursión de un día o de un mes. Como sea, tiene la promesa de la imagen final.

Lo que sucede es como cargar con un bolso y llegar a un lugar

desconocido.
Como sentarse a mirar lo que pasa.
Como convocar a la memoria, pero si es necesario soltarla.
Como guiarse a oscuras y a solas, pensando yo ya estuve acá.
Como el acto reflejo de saberse esconder.
Como ser la que observa y también la que clava la pala.

La que se llena las manos de tierra y termina con la cara manchada.
La que sacrifica una especie por otra, pero bien sabe que un yuyo es
como cualquier otra planta.
La que mira a su alrededor y entiende un todo.
La que recorre un camino conocido, con la esperanza y la certeza de que alguna novedad tiene que haber.

Es compartir la noche y meterse en pensamientos 
mientras otros conversan.
Caminar un lugar ajeno y pararnos a mirar los patios de las casas,
para volver con el olor de las flores 
que nunca habíamos visto ni olido.
Para empezar con un sonido y terminar con un poema.

Texto leído por Daniela Sabanes el sábado 14 de mayo en la presentación de Encenderé un fuego en Despensa de libros Vacío Editorial

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