sábado, 21 de marzo de 2015


Reseña #13- La experiencia sutil


los que


Por Daniel Gigena
El cuarto libro de poemas de Belén Iannuzzi (Buenos Aires, 1979) comienza con un deseo: “Que los momentos sean lugares”. Esa mutación del tiempo en espacio, esa invasión espacial del tiempo a fuerza de deseo abre, además del libro, una línea semántica de sustitución, un código de reemplazo en el que tampoco el lenguaje, equivalente general en proceso de derrumbe, puede impedir la demolición. “Me aferro/ a la palabra/ porque la palabra es lo único/ que me sostiene/ y aun así me caigo”, se lee en unos de los poemas finales. 
En su libro anterior, Todos los bosques, la escritura poética de Iannuzzi parecía todavía aferrada a materiales estables: formas típicas como escenarios donde una voz declamaba en una frecuencia frágil sus impresiones de viaje. En “Los que tiene fe”, esa voz ya está de vuelta; “peregrina de la palabra”, regresa con algunos saberes: “los reyes magos siempre fueron mis padres”, “la naturaleza no es poesía”, “una mujer se rompe la cantidad de veces/ que puede amar”, “todos necesitamos un paisaje”. Esos versos, como lemas de una religión sin intención y a la intemperie, agregan a la escritura de Iannuzzi el espesor de un ritual. La prohibición de comer carne, una ofrenda “adentro de una casita de piedra/ sobre un monumento budista”, el control migratorio, la buena voluntad de los desconocidos y los juicios sucesorios de las viviendas familiares, instancias del panorama flotante que la voz recorre, escéptica y confiada a la vez, suspenden la indiferencia del mundo. Son como embragues a los que la voz poética transmite una energía que en apariencia está fuera del campo verbal. El poema “Condicional”, incluido en la tercera parte del libro, termina con una pregunta: “¿Si viviera en Beirut/ me sentiría mejor/ ahora que no soy una ciudad/ sino un borde/ por donde se entra o se sale?” La entrada y la salida del sentido y del sentimiento, la circulación del “silencio entre notas”, como apunta el poema “Albergue Warnes”, garantizan la eficacia del poema, su valor sin precio, la poca fe en la propiedad privada de la lengua.
Los que tienen fe –cosido a mano y troquelado, con un aire artesanal que no debe confundirse con la improvisación– está organizado en tres partes. “El collar de perlas” funciona como epílogo de su libro anterior, de 2012. “Los que tienen fe” inaugura una nueva mirada, madura y desafiante (“Las dos estamos tranquilas:/ no soy una terrorista”), del yo poético. Pero es la tercera parte, titulada paradójicamente “No es poesía”, donde la escritura de Iannuzzi se vuelve sutil, casi inmaterial, pura mirada atenta menos a las anécdotas que el mundo provee (puede ser un viaje al extranjero, un romance o un almuerzo con amigos a la hora de la siesta) que a la experiencia autónoma y a la reflexión sobre el registro poético: “Un movimiento de baile/ en las piedras que piso/ para cruzar el río/ se ve la otra orilla a lo lejos/ muy lejos/ pero esta piedra es más firme/ que la anterior”.
Los que tienen fe (2014)
Autor: Belén Iannuzzi
Editorial: Malaletra
Género: poesía


En http://www.solotempestad.com/resena-13-iannuzzixgigena/

jueves, 12 de marzo de 2015

"Si somos del mercado, ya no somos poesía. Si somos de la diminuta escena literaria, tampoco. Sólo si somos del mundo y de nosotros mismos en el arduo trabajo de atención, alerta y entrega. La producción llevada a cabo de esta manera no asegura llegar a buen puerto, nada asegura nada, salvo escribir y vivir en la plenitud del riesgo de la vida."

Diana Bellessi

miércoles, 4 de marzo de 2015

en "Herzog por Herzog", él, Herzog, cuenta que cuando tuvo que escapar con su madre y sus hermanos de la guerra vivieron un tiempo en una casa abandonada, en la montaña, entre escombros. que como no tenían colchones donde dormir, la madre les preparaba unas camas hechas de hojas de helechos. que durante mucho tiempo estuvieron solos, con hambre, y que sus únicos juguetes eran piedras, ramas, escombros. aun así dice que no recuerda ése como un período sombrío ni como una infancia triste, dice que muchas personas que vivieron la guerra de esa misma manera, siendo niños entre escombros, tampoco lo recuerdan así, sino como un momento donde todo era posible, donde su reino eran ladrillos abandonados en los que podía ser y hacer lo que se propusiera.
en los escombros de mí, Herzog, te tomo la palabra.