viernes, 23 de enero de 2015

"En verano parece una inocente hebra de barro que cruza la capital, un flujo de nieves enturbiadas por el chocolate amargo que en invierno se desborda, desconociendo límites, como una culebra desbocada que arrasa en su turbulencia las casas de ricos y pobres levantadas en sus orillas. Porque este río, símbolo de Santiago, se descuelga desde la cordillera hasta el mar, cortando el flaco mapa de Chile en dos mitades, y en su recorrido nervioso, atraviesa todas las clases sociales que conforman una urbe. Desde las alturas de El Arrayán, donde los hippies con plata instalaron su tribu ecológica y mariguanera, sus casitas de playa, con piscina y amplia terraza para mirar el río en pose de yoga o meditación trascendental. La comunidad naturalista, donde las señoras hippies con guaguas rubias a poto pelado hacen quesos de soya y recetas macrobióticas escuchando música new age. Tan inspiradas por la precordillera de lomas y quebradas, y el rumor del Mapocho que se lleva en la corriente sus olores dulces de sándalo, incienso y patchulí hasta mezclarlos, más abajo, con la caca negra de los pobres."

"El río Mapocho", De Perlas y cicatrices, Pedro Lemebel (Santiago, 1952-2015)

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